Retrato de familia 2018 (izquierda) y 2010 (derecha)

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Una imagen habla más de mil palabras. Muchos de nosotros conocemos la importancia de la fotografía para ver el progreso en nuestros cambios físicos. Guardamos fotos de reuniones familiares, aniversarios, cumpleaños, celebraciones de año nuevo y muchos otros momentos importantes. Pero las imágenes rara vez pueden captar los cambios en nuestras ideologías y estados emocionales a través del tiempo. Para mí, la pintura es una forma de entender el progreso en mis cambios emocionales y uso símbolos para representar esos cambios.

¿Dónde dejar lo viejo?

Miré hacia la esquina en donde guardo todas las pinturas que no he vendido. Muestran a la persona que era hace cinco, ocho o diez años. Pensé en el tiempo, la energía y el dinero que invertí en ellas y me pregunté si quería dejarlas allí como estaban: un testimonio de la persona que era o un recuerdo muerto. En vez de eso tomé dos de ellas, rotas. Un agujero en medio de cada lienzo habla de la aventura de mudarme de St. Pauli a Bergedorf que me dejó con cuatro pinturas rotas. Pensé: podría repararlas y conformarme con las composiciones tal como son. O podría cambiarlas y mostrar la realidad de la persona en la que me he convertido. Me decidí por la segunda opción.

La mecánica de mi corazón, 2018 (izquierda) – Moriviví, 2010 (derecha)

Reinterpretar los símbolos

Para cambiar una pintura primero debo evaluar qué símbolos usé y cuál es su relevancia hoy en día. ¿Siguen teniendo el mismo significado esos símbolos? Utilizo plantas y flores para representar mi feminidad y mi identidad cultural. También uso animales para representar aspectos de mi persona que quiero desarrollar o mejorar. Pinto agua, edificios o ruinas para representar mi experiencia migratoria en la que dejo lo viejo y acepto una nueva vida en Alemania. Los frutos son en mis pinturas un símbolo de abundancia e independencia, pero en “Retrato de familia, 2010” los pinté con un tamaño pequeño. En la nueva versión del 2018 predominan elementos naturales como flores y frutos, y de esa forma represento mi vida actual de manera más optimista. El pez-pájaro, símbolo del cambio sin fin, aparece fuera de su jaula, entre el mundo exterior y el mundo interior, entre el espacio público y el espacio privado; rompiendo así la barrera entre estos dos aspectos de la misma persona.

En “Moriviví, 2010” las hojas aparecen en verde uniforme, más como fondo que como elemento clave. Esto significa que rehusaba mostrar mi identidad cultural. En su nueva versión “La mecánica de mi corazón, 2018”, las plantas dominan tanto al frente como en el fondo de la pintura y crean un marco para la figura central que ahora sostiene un pez-pájaro en verde brillante. De esta manera, refuerzo la importancia de mi género y mi identidad cultural. La planta alrededor del corazón y en el centro de la composición (Moriviviví-Mimosa pudica) representa la perseverancia y conserva el tema de la composición aún después de que su nombre ha sido cambiado.

Mis pinturas no pretenden representar el mundo que me rodea. Sólo representan lo que siento por el mundo que me rodea, el impacto que tiene en mí y cómo reacciono ante él.